Hay días y días. Pero hay un buen día en el que te levantas y te los encuentras ahí, flotando en el ambiente, acicalados y prestos a contarte de nuevo una historia que creías muerta y enterrada con ellos.
Son los muertos que enterraste en tu jardín particular. Ese jardín que no muestras a nadie, pero que tú sabes muy bien que está.
Son todas las historias que te has contado, las realidades que has girado del revés para seguir adelante, lo que no has querido ver, lo que no has podido admitir.
Querida, querido, en algún momento tendrás que ponerte manos a la obra y hacer limpieza. Si, con paciencia y amor, pero con determinación. Mientras no lo hagas, ellos pueden venir, presentarse sin más ni más, emerger de sus oscuros rincones y tomarte por sorpresa. Son emociones que necesitan liberarse, como almas en pena que no han encontrado su verdadero camino de luz.
Este es en realidad uno de los primeros pasos en el camino interior, mirar cara a cara a los muertos enterrados en tu jardín. No es una historia de terror, en realidad, es un acto de amor.
Laia Monserrat
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